VALE LA PENA ESPERAR

Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; Porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. (Lc 2:29-32) 

¿Qué esperaste en tu último 24 de diciembre? ¿Algún regalo especial? o ¿esperabas a alguien en particular? ¿Lo recibiste? ¿Llenó tu corazón?

Simeón

Esperar ya no es algo que nos guste hacer en nuestros días. Mas que ahora todo lo tenemos al alcance de un solo toque en la pantalla de nuestros teléfonos inteligentes, o un clic en nuestras computadoras. Todo queremos que sea rápido. Nada nos irrita tanto que la red se caiga o que perdamos la señal. Tampoco nos gusta esperar porque a veces la espera solo trae decepción. Pues te haces tantas ilusiones, te formas un cuadro para luego darte cuenta de que nada de lo que esperabas era lo que imaginaste. Que recibiste lo que no querías. 

El Nunc Dimittis, (nombre que procede de las primeras palabras en latín), o salmo de Simeón, es el cuarto de cinco Salmos de alabanza registrados por el Dr. Lucas en su exposición del nacimiento del Mesías. En él podemos sentir la emoción, el regocijo, el jubilo de un hombre que SI recibió lo que tanto deseaba. Un anciano que supo dar tiempo al tiempo, que no dejó de creer pese a que suponemos que su espera fue larga. Y de quien estoy más que seguro que sus expectativas fueron sobrepasadas. Porque sé que nada de lo que pudo imaginar se comparaba a aquel día maravilloso cuando tuvo entre sus brazos al niño Jesús. 

Y es que, Jesús es así, sobre pasa cualquiera de nuestras expectativas, va más allá de cualquier pensamiento, de cualquier ilusión, de cualquier cuadro que podamos suponer de Él. Cuando Él llega a nuestras vidas, las transforma. Irrumpe para trastornarlo todo. Para darle un giro de 180 grados. 

Por eso, si el 24 de diciembre recibiste algo que no te satisfizo por completo, o que solo te decepcionó, con gran convicción te digo no busque más, ni esperes para recibir a Jesús en tu corazón. Porque en este mundo nada llenará tanto tu vida como Él. Jesús si puede disipar todos tus miedos, quitar todas tus dudas, y cambiar tus insatisfacciones. Él puede inundar tu corazón como lo hizo con Simeón. Y si tú alguna vez pusiste tu fe en Él y te has apartado, recuerda el Camino de vuelta a casa. Ahí esta aguardando por ti, un Padre que te ama, que ansía poder recibirte brazos extendidos y decirte: Bienvenido hijo mío. 

Espero que tú corazón sea buena tierra para que esta Semilla de Fe caiga, germine, crezca sanamente y de fruto al ciento por uno. Me despido como siempre diciéndote: Haz tú lo posible y deja que Dios haga lo imposible.

Semillas de Fe

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