DIOS DEFIENDE A SUS HIJOS

Sé que el título de este articulo suena muy general y en realidad si lo es. Porque la Biblia nos muestra en múltiples pasajes que Dios defiende a sus hijos. Dios los guarda, los protege, pelea por ellos. Dice la Biblia que Él es escudo alrededor de nosotros. Que nos esconde bajo sus alas, y así podría seguir exponiendo tantas otras verdades que nos muestra al Padre celestial como fiel defensor de sus hijos.

Sin embargo, quiero centrarme en un pasaje en específico. Un pasaje donde podemos ver la Mano de Dios resguardando a uno de sus siervos. Veremos en tres partes lo maravilloso que es Dios y cómo actúa a favor de Su Pueblo. La primera parte la denominaremos: el desafío. La segunda la llamaremos: la reacción ante el desafío. Y finalmente al tercer acto le llamaremos: la respuesta de Dios.

Primera parte: el desafío. En el capítulo diecisiete del segundo libro de Reyes, se narra cómo finalmente después de tanta ofensa contra Dios, el ejecutó su juicio contra el reino del Norte. No quiero extenderme mucho en esa descripción, pero el pasaje cuenta que Salmanasar, rey de Asiria, sitió y conquistó Samaria. Llevándolos cautivos y dejando desolada toda aquella región. Nunca más volvieron a ser los mismos después de aquel terrible suceso, producto del abandono a Dios.

Años después Senaquerib rey de Asiria amenazó a Judá. Tomó algunas de sus ciudades, atemorizando a sus habitantes y a Ezequías quien era el rey en turno. Este humildemente accedió a darle tributo. La plata y el oro que se hallaba en la casa de Dios fue quitado de los muros y en los tesoros del rey para ser tributado ante su adversario. Sin embargo esto no sació la ambición del rey de Asiria y envió a tres personajes importantes, acuerpados por un gran ejército para desafiar al rey y su pueblo. El objetivo de esta visita no era otro más que amedrentar al rey y a los pobladores de Judá.

En vs.19-20 dice: “Digan ahora a Ezequías: Así dice el gran rey, el rey de Asiria: ¿Qué confianza es ésta que tú tienes? Tú dices (pero sólo son palabras vanas): Tengo consejo y poder para la guerra. Mas ahora, ¿en quién confías que te has rebelado contra mí? sin duda que las palabras del Rabsacés eran fuertes, desafiantes e intimidantes. Luego siguió diciéndoles que no estuvieran creyendo que Egipto podría librarlos de ellos porque Faraón y sus tropas no eran un rival digno contra ellos. Cada palabra que salía de su boca iba subiendo de tono. En v. 22 ya tocó un punto delicado pues él dijo: pero si me decís: Nosotros confiamos en el Señor nuestro Dios ¿no es Él aquel cuyos lugares altos y cuyos altares Ezequías ha quitado y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Adoraréis delante de este altar en Jerusalén?  Como vemos empezó a tocar terreno peligroso porque la ofensa ya no era únicamente contra Ezequías, ni contra el pueblo, ya involucraba el bendito nombre de Dios.

Con sus palabras este hombre empezó a sembrar dudas en el pueblo. Comenzó a meter en sus mentes la idea que el rey de Asiria era aún más poderoso que el Dios de ellos. A pesar que trataron de reconvenirlo en cuanto a sus palabras, a él no le importaba injuriar delante de quien fuera. Pero el Rabsacés dijo: ¿Acaso me ha enviado mi señor para hablar estas palabras sólo a tu señor y a ti, y no a los hombres que están sentados en la muralla, condenados a comer sus propios excrementos y beber su propia orina con vosotros? No me queda duda  que este hombre estaba hablando en serio. De frente les estaba diciendo que si llegaban a derrotarlos la humillación sería tan grande que a un el resultado de sus necesidades fisiológicas se comerían. Siguió diciéndoles: Escuchad la palabra del gran rey, rey de Asiria. Así dice el rey: que no os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar de mi mano; ni que Ezequías os haga confiar en el Señor diciendo: Ciertamente el Señor nos librará, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de Asiria. (2Re 18:28-29). Y las palabras continuaban cada vez más fuertes e insistentes en lo mismo, nadie podrá librarlos de mi rey. En vs más adelante aquel hombre incluso comparó al Señor con los otros dioses al decir: ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones ha librado su tierra de la mano del rey de Asiria? ¿Dónde están los dioses de Hamat y Arfad? ¿Dónde están los dios de Sefarvaim, de Hena y de Iva? ¿Cuándo han librado ellos a Samaria de mi mano? ¿Quiénes de entre todos los dioses de estas tierras han librado su tierra de mi mano, para que el Señor libre a Jerusalén de mi mano? Ante tanta vociferación el pueblo por orden del rey no contestó ninguna palabra. (2Re 18:33-36).

No podemos avanzar sin comprender bien lo que aquel hombre pretendía hacer con los habitantes del reino de Judá. Porque este aspecto nos involucra directamente a nosotros también. Dado que la confianza del pueblo estaba puesta en su Dios, lo que el jefe del ejército pretendía era que ellos perdieran por completo la fe en Él. Estaba poniendo a prueba lo que ellos en realidad creían. Mencionó un listado de dioses que los samaritanos tenían por dioses y que estos no habían podido librarlos. Ahora bien, si los judíos consideraban a Yahwéh al nivel de esos dioses por supuesto que estaban perdidos. Pero si ellos creían que Dios era verdadero y no podía ni siquiera compararse con ellos, entonces las posibilidades de salir del problema eran altas.

Segunda parte: la reacción del rey Ezequías al desafío de Senaquerib. En medio de esta serie de amenazas algo debía hacer el rey. Por supuesto que conocía la fama que tenían los asirios y sabían que aquella amenaza era muy seria. Tras lo visto en  otras naciones y conociéndose así mismo sabía que aquello ya había pasado del terreno material al espiritual en cuanto el nombre de Dios salió a luz. En 19:1 dice que Ezequías cuando oyó esto, rasgó sus vestidos, se cubrió de cilicio y entró en la casa del Señor. Además dice los versos siguientes que mandó un mensaje al profeta Isaías exponiéndole la situación. La respuesta del profeta a los siervos del rey fue: Así dice el Señor: No temas por las palabras que has oído, con las que los criados del rey de Asiria han blasfemado. He aquí pondré en él un espíritu, oirá un rumor y se volverá a su tierra; y en su tierra lo haré caer a espada (2Re 19:6b-7).

Esta parte es muy importante para nosotros, puesto que  aquí se ve la reacción natural de un hijo de Dios, clamar a Su Padre. Ante los problemas podemos tomar actitudes negativas. Podríamos pensar en darnos por vencidos sin haber peleado. Podemos simplemente renegar, o sentirnos derrotados, o dudar de Dios, o creer en lo que nos están diciendo. O bien adoptar una postura de humillación delante de Dios. Las palabras del profeta Isaías bien pueden consolar y curar nuestras heridas si estamos en una situación donde la salida no se ve tan fácil. Podemos oír esa voz del cielo que nos dice: NO TEMAS.

Pese a las palabras del profeta, las cosas no cambiaron de tónica. Otros mensajeros fueron a Ezequías con un nuevo mensaje: No te engañe tu dios en quien tu confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todas las naciones, destruyéndolas por completo, ¿y tú serás librado? ¿Acaso los libraron los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, es decir, Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva? Nuevamente los mensajeros estaban tratando de intimidarlos, recordándoles que otros pueblos habían confiado en sus dioses y en sus ejércitos pero en realidad no fueron rivales contra ellos.

Ezequías nuevamente recurrió al único lugar donde sabía que podría encontrar consuelo, la Presencia de Dios. Del v.15 al 19 la Biblia nos cuenta la preciosa oración que hizo delante de Dios. Ezequías dijo:

Oh Señor, Dios de Israel, que estas sobre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra. Inclina, oh Señor, tu oído y escucha; abre, oh Señor, tus ojos y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha enviado para injuriar al Dios vivo. En verdad, oh Señor, los reyes de Asiria han asolado las naciones y sus tierras, y han echado a sus dioses al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra; por eso los han destruido. Y ahora, oh Señor, Dios nuestro, líbranos, te ruego, de su mano para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, oh Señor eres Dios.

Sin lugar a dudas, fue una preciosa oración la que salió del corazón de Ezequías. No cabe duda que entre más angustiados estamos, más sinceros podemos ser delante de Dios. La primera parte de la oración de Ezequías nos muestra la exaltación del nombre de Dios que él expresó. Luego le atribuye honra a su poder, y hay dos detalles de gran valor. Primero Ezequías deja claro que si bien es cierto aquellos reyes pudieron derrotar a otros pueblo, fue principalmente porque esos eran dioses falsos. Porque no eran el Dios verdadero. No eran más que simples esculturas de piedra y madera. Y en segundo lugar, Ezequías sintió que la ofensa no era contra él ni los habitantes de Judá sino contra Dios. Ezequías comprendió que aquel hombre estaba tratando de hacer dudar de Dios al pueblo. Por ello le pedía que se manifestara para que todos conocieran que Él era Dios. No pedía para que la victoria se le atribuyera a él, sino para que todos entendieran que no hay Dios como Yahwéh, que si salva y defiende a su pueblo.

Desenlace: la respuesta de Dios. Puedo asegurarte querido lector que estoy a punto de escribir lo que Isaías respondió a Ezequías y no dejo de estremecerme ante lo que Dios mandó a decir. El v.20 dice: Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió a decir a Ezequías: Así dice el Señor, Dios de Israel: “lo que me has rogado acerca de Senaquerib, rey de Asiria, he escuchado”. Es indudable que Dios vio la sinceridad de Ezequías, vio que lo que le dolía a él era que menospreciaran el Poder de Dios. Por ello su respuesta no se hizo esperar. Cuando Dios ve que nuestra búsqueda es darle la Gloria a Él, Dios nos responde.

Por razones de espacio no puedo escribir todo lo que Dios mandó a decirle pero amigo lector te invito a que leas los vs 21-34 para que descubras que contra Dios nada podemos hacer. Destaco algunos vs. El 31 dice: porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion sobrevivientes. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el Señor acera del rey de Asiria: El no entrará en esta ciudad, ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo, ni levantará terraplén contra ella. Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad –declara el Señor. “Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a mí mismo y por amor a mi siervo David”.

Esas palabras finales son precisamente lo que inspiró este artículo. Dios defiende a sus hijos. La fidelidad de sus hijos es recompensada por el amor y el cuidado de Dios. Amigo que estás leyendo este artículo, no olvides esta respuesta de Dios: defenderé esta ciudad para salvarla por amor a mí mismo. Dios te defenderá por amor de Su Santo y Bendito Nombre. Dios no se adormece delante de tus enemigos. Dios te guarda, te protege, te resguarda a tal punto que puedes estar seguro plenamente. El apóstol Pablo dijo: vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3:3). No sé exactamente que está amenazando tu vida, tu salud, tu familia, tu entorno, no sé exactamente que está haciéndote dudar de Dios, no sé qué pensamientos o que circunstancias están llevándote a pensar que Dios nada puede hacer por ti, pero a través de este artículo, te digo, Dios defenderá tu causa.

Adoptemos la actitud de Ezequías, una actitud de rendición, de humillación, adoptemos una actitud de impotencia delante de Dios y entonces veremos como Él pelea por nosotros. No permitamos que las dudas hagan nido en nuestra mente, no le demos lugar a las amenazas o las intrigas del enemigo y sigamos creyendo que Dios nos defiende. Vistámonos simbólicamente de cilicio y postrémonos delante del Señor, busquémoslo desesperadamente y en todo tiempo démosle la Gloria, y entonces y solo entonces podremos ver como Él nos levanta del lodo cenagoso.

El pasaje termina diciendo que el Ángel del Señor aquella noche hirió de muerte a ciento ochenta y cinco mil en el campamento enemigo, al amanecer solo cadáveres habían en aquel campamento y el rey de Asiria murió adorando a sus dios a manos de dos hombres que luego de matarlo huyeron de aquel lugar. A él sí que su dios no pudo advertirle de su amenaza  y menos pudo librarlo. Así que, no dejes de confíar que Dios defiende a sus hijos. Me despido como siempre diciendo: haz tu lo posible y deja que Dios haga lo imposible. 

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